COMPUTACIÓN

Desde el inicio de la civilización, la humanidad ha necesitado contar y hacer cálculos. Hasta mediados del siglo XX, las herramientas que se empleaban para este fin consistían principalmente en ábacos, reglas de cálculo o calculadoras mecánicas.

La invención del transistor supuso un cambio trascendental, permitiendo la aparición de calculadoras electrónicas y ordenadores de propósito general, capaces de realizar enormes volúmenes de operaciones matemáticas con una rapidez y fiabilidad inalcanzables para el ser humano.

Desde el inicio de la civilización, la humanidad ha necesitado contar y hacer cálculos. Hasta mediados del siglo XX, las herramientas que se empleaban para este fin consistían principalmente en ábacos, reglas de cálculo o calculadoras mecánicas.

La invención del transistor supuso un cambio trascendental, permitiendo la aparición de calculadoras electrónicas y ordenadores de propósito general, capaces de realizar enormes volúmenes de operaciones matemáticas con una rapidez y fiabilidad inalcanzables para el ser humano.

Los ordenadores son máquinas de cálculo que operan con bits, dígitos binarios con valor 0 ó 1. En el circuito electrónico extraordinariamente complejo que constituye el cerebro del ordenador, estos bits corresponden a niveles de voltaje (por ejemplo, cero voltios representan un 0 lógico, y cinco voltios representan un 1 lógico). Un ordenador emplea circuitos electrónicos compuestos por transistores que trabajan con los bits realizando operaciones lógicas sencillas, como puede ser convertir un 0 en un 1 o determinar si dos bits toman valor 1 simultáneamente. La naturaleza modular de la electrónica permite que a partir de esas operaciones lógicas básicas se puedan realizar todo tipo de cálculos.

Los desarrollos tecnológicos de la década de los 50 y 60 permitieron la fabricación de circuitos integrados (CIs, chips o micro-chips), que incorporan en un único bloque de silicio de dimensiones muy reducidas todos los elementos que conforman un circuito electrónico. La evolución de la electrónica ha permitido que la cantidad de transistores contenidos en un chip siga un crecimiento exponencial, conforme a la denominada Ley de Moore, postulada por Gordon Moore (1929-) en 1971, que indica que el número de transistores en un chip se duplica cada dos años.

Para ello, la clave ha sido el escalado de los dispositivos: si reducimos el tamaño de los transistores, cabrán más en un chip, además realizarán las operaciones más rápido y necesitarán menor cantidad de energía para funcionar. Ello ha permitido que en el presente dispongamos de calculadoras y ordenadores con capacidades no soñadas hace apenas unas décadas.

Hoy en día la tecnología del silicio se enfrenta a numerosos retos debidos al tamaño extraordinariamente pequeño de los transistores, en la escala nanométrica, y cercanos ya a sus límites físicos. La búsqueda de nuevos tipos de transistores y de nuevos materiales centra los esfuerzos de los investigadores para poder continuar la carrera tecnológica que ha permitido hacer realidad la revolución electrónica.

Hoy en día la tecnología del silicio se enfrenta a numerosos retos debidos al tamaño extraordinariamente pequeño de los transistores, en la escala nanométrica, y cercanos ya a sus límites físicos. La búsqueda de nuevos tipos de transistores y de nuevos materiales centra los esfuerzos de los investigadores para poder continuar la carrera tecnológica que ha permitido hacer realidad la revolución electrónica.