Desde el inicio de la civilización, la humanidad ha necesitado contar y hacer cálculos. Hasta mediados del siglo XX, las herramientas que se empleaban para este fin consistían principalmente en ábacos, reglas de cálculo o calculadoras mecánicas.
La invención del transistor supuso un cambio trascendental, permitiendo la aparición de calculadoras electrónicas y ordenadores de propósito general, capaces de realizar enormes volúmenes de operaciones matemáticas con una rapidez y fiabilidad inalcanzables para el ser humano.